La visita resultó un tanto desvirtuada, ya que en buena parte del parque se estaban llevando a cabo trabajos de conservación. Entendible, por una parte, pero inadmisible que siga siendo de pago en esas condiciones. Fuera de toda duda de que estamos ante un genio de la historia de la arquitectura, Gaudí también se permitió licencias que a otros se le denegarían ipso facto. Y es que si observamos el famoso banco-mirador perimetral ubicado sobre la sala Hipóstila (en el que colaboró Jujol, especialista en “trencadís”) nos daremos cuenta de que hoy sería impensable construir algo así cumpliendo las normativas de seguridad vigentes referentes al riesgo de caída. Cabe destacar en el parque, además de su diseño biofílico, presente en toda la obra del arquitecto de Reus, el trabajo de canalización y recogida del agua para su reaprovechamiento, concepto que hoy sigue en boga. Bajo la sala hipóstila encontramos una cisterna que recoge el agua que se filtra a través de las columnas y sirve de aljibe para el riego. Su aliviadero es la boca del icónico dragón que encontramos en las escaleras. No falta detalle, en este proyecto que afortunadamente podemos visitar fruto de su fracaso comercial, concebido como urbanización privada siguiendo el modelo de ciudad-jardín.
Héctor Martín